El 20 de mayo de 1976 Zelmar Michelini fue asesinado en la ciudad de Buenos Aires junto con otros tres dirigentes exiliados. Desde 1996 esta fecha fue adoptada por el pueblo uruguayo para realizar una Marcha que «ruge como un trueno» en todas las ciudades del país
Por Julio Cano, desde Montevideo
20 de mayo
El 5 de febrero de 1971 se fundó el Frente Amplio del Uruguay en una de las salas del Palacio Legislativo de Montevideo. El acontecimiento implicó la maduración de un largo recorrido de esfuerzos en procura de la unificación de fuerzas de la izquierda y significó la conjunción de socialistas, demócratas cristianos, comunistas, sindicalistas y sectores de los partidos tradicionales Blanco y Colorado.
Una figura importante proveniente del Partido Colorado fue Zelmar Michelini, quien exhibía una importante carrera política habiendo sido secretario del presidente Luis Batlle (1947–1951), diputado y senador y fugaz ministro de Industria y Comercio del presidente Gestido (1967). Importa recalcar que Michelini provenía de uno de los dos partidos tradicionales, puesto que el Frente Amplio supuso incluir en su Programa y en su accionar todas las modalidades del progresismo y no solamente a las fuerzas de la izquierda tradicional.
Michelini portaba consigo las banderas del batllismo, inspiradas en la figura y el accionar de José Batlle y Ordóñez, la principal figura colorada del siglo XX en el Uruguay, autor de una vasta serie de leyes y medidas que promovieron al país como vanguardia latinoamericana en cuanto a conquistas populares (Ley de 8 horas, sufragio universal, Caja de Jubilaciones, entre un largo etcétera). Michelini siguió actuando como senador del Frente Amplio hasta la ruptura democrática, provocada por el golpe de Estado de junio de 1973.
En junio de ese año, precisamente, el Senado uruguayo se encontraba tratando el pedido de la Justicia militar de desafuero del senador del Frente Amplio Enrique Erro por sus presuntas vinculaciones con el Movimiento Tupamaro. Michelini viaja entonces a Buenos Aires para evitar el regreso de Erro el 26 de junio y, al otro día, se produce el golpe de Estado. Debe exiliarse en Argentina, desde donde lleva a cabo una intensa campaña de denuncia de las violaciones de los DD.HH. por parte de la dictadura uruguaya. En ese marco concurre a diversos organismos internacionales a lo largo de los tres años de su exilio (1973–1976).
El 18 de mayo de 1976 es secuestrado en Buenos Aires junto con el diputado del Partido Nacional Héctor Gutiérrez Ruiz y los militantes del MLN Rosario Barredo y William Whitelaw. Los cuatro son encontrados asesinados dentro de un auto tres días después y con visibles evidencias de haber sido torturados.
La Marcha del Silencio
Desde 1996 se realiza en el Uruguay la denominada Marcha del Silencio el día 20 de mayo. Esta Marcha es organizada por Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos y se ha constituido en una de las movilizaciones de mayor convocatoria del país, a la que adhieren decenas de organizaciones políticas, sindicales, estudiantiles y sociales. Cada 20 de mayo miles de personas comparten esta Marcha de la que señala su convocatoria: “Por verdad, memoria y nunca más marchamos en silencio el día 20 de mayo en homenaje a las víctimas de la dictadura militar y en repudio a las violaciones de los Derechos Humanos”.
Que se haya resuelto esa fecha importa por la amplitud que supone, asumiendo que la represión desatada por los militares y los civiles que los apoyaron fue contra todo el pueblo uruguayo y no sólo contra las fuerzas organizadas y partidos políticos de la izquierda. El 20 de mayo, también, es el cumpleaños de Michelini y la trayectoria de este referente político y humano refleja una postura democrática radical no ceñida a los habituales clichés y que, por ende, representa, sin exagerar, al conjunto del pueblo uruguayo, por encima de banderas y posicionamientos. En este sentido se debe agregar, lo que no es un dato menor, la presencia siempre creciente de las jóvenes generaciones (que no vivieron en los años de plomo de la dictadura), lo que patentiza que hay una memoria comunitaria y viva, que reivindica la justeza del hallazgo de las verdades concretas (¿dónde están los desaparecidos? ¿Quiénes son los responsables de su muerte?) y, más importante aún, que una sociedad no puede tener por suelo que la contenga la mentira y el silencio cómplice.
Michelini, uno de los más brillantes oradores que ha tenido el Uruguay, lo puede señalar con total énfasis y claridad: una sociedad que no reivindica de continuo la justicia de sus comportamientos, no merece un camino democrático. El “de eso no se habla” es la más penosa de las formas del silencio cómplice, situada muy lejos del contundente y militante silencio de estas marchas, que puede ejemplificar lo que señala un koan japonés: El silencio, que ruge como un trueno.
Los profetas de Israel y nuestro profeta ZelmaR
Es muy clara la diferencia que se puede establecer entre modalidades del silencio. Por un lado, el silencio de los cómplices de la dictadura uruguaya que intentan ocultar personas y circunstancias criminales de la necesidad de justicia. Por el otro, la respuesta masiva a esa complicidad manifestada por las sucesivas Marchas del Silencio.
El primer silencio consiste en una violenta imposición, una censura para evitar las palabras reveladoras: ¿dónde están?, ¿qué hicieron con ellos? Allí lo no dicho ocupa el lugar de la voz necesaria.
El segundo silencio, en cambio, es la respuesta social a esa censura. Carteles y rostros en las calles ocupan el lugar de la voz (mejor dicho, ocupan el lugar del grito). Es un silencio que interpela, no que esconde y que se conmemora, año a año, el día del cumpleaños y del asesinato de uno de los cuatro militantes políticos uruguayos que aparecieron abatidos en el invierno del 1976 en un cruce de Buenos Aires. El día de Zelmar.
Zelmar Michelini tiene el don de la palabra, es un famoso orador, de palabras justas y en equilibrio entre la emoción y la racionalidad. ( Lo escribimos en tiempo presente porque la muerte no ha podido con él y permanece entre nosotros).
Se nos ocurre que es una versión contemporánea de los profetas en el Antiguo Testamento, denunciadores de la corrupción y la inmoralidad de la sociedad de su tiempo. Y que por hacerlo sufrieron, como él, persecución y muerte.
Y el contexto es semejante. Los profetas predicaron en el desierto, nuestro compañero lo hace en el turbulento panorama de nuestras sociedades, muy parecidas, en más de un sentido, a un páramo en donde la voz justa parece naufragar.
Las Marchas por la principal avenida de Montevideo y amplificadas por múltiples Marchas en otras ciudades del país patentizan que el silencio con sentido, el que expresa más que mil palabras, tiene la impronta del político que se ha vuelto un profeta. Alguien que, con su voz temporalmente acallada, dice lo de todos.