Una lectura del ascenso del libertario Javier Milei, y sus alianzas con la derecha argentina, desde la prensa francesa: ¿qué significa el presidente argentino para el mundo?
Por Romaric Godin*
(Traducción: Susana Sherar)
Las consecuencias de la victoria de Javier Milei en la presidencial argentina podrían ser más vastas que lo que las particularidades de este país de América del Sur harían pensar: podría abrir, en efecto, un nuevo campo a la extrema derecha en el contexto económico y social presente.
El caso argentino es único. La inflación endémica muy elevada, la pasión de los argentinos por el dólar estadounidense, la omnipresencia de la herencia peronista, el sentimiento de decadencia son otros elementos que hacen que sea difícil ver en ese país un «modelo». Aunque la victoria ruidosa de un economista de inspiración libertaria no puede no suscitar el interés de la extrema derecha en todo el mundo.
Desde hace varias décadas, la extrema derecha se había apartado progresivamente del pensamiento libertario. En los EE.UU., el Partido Libertario quedó microscópico y su influencia en el Partido Republicano ha sido débil. Con Trump, un discurso proteccionista, reivindicando una acción activa del Estado y un dominio del Banco Central, agarró la manija en el seno de la derecha estadounidense.
En Francia, el Frente Nacional (FN) de Jean-Marie Le Pen, quien en los años 80 se reivindicaba de Ronald Reagan y de Margaret Thatcher, refundó su discurso económico en torno a la defensa nacionalista de la redistribución y de un Estado fuerte también sobre el plano económico.
Mismo en Alemania, el partido de extrema derecha Alternative für Deutschland (AfD), fundado en 2013 por economistas liberales, se transformó progresivamente en un partido centrado en la crítica de la inmigración como fragilizadora de la protección social de los alemanes. De ahora en más el partido es nacionalista y pretende defender las pequeñas jubilaciones y el financiamiento del sistema de salud.
El fenómeno toma formas particulares en cada país, pero el discurso que alimentó la extrema derecha sobre el plano económico ha sido el de la protección en la sombra de un Estado providencial, que estaría enfocado en las prioridades nacionales y étnicas. Esta lógica era comprensible. La crisis del neoliberalismo y sus consecuencias entre los años 2000-2010 dejaron atrás efectivamente a masas enteras de la población.
La extrema derecha podía entonces apuntar a esas víctimas del «capital globalizado», de la destrucción del Estado social y de la competencia con la mano de obra inmigrante. La visión libertaria no entraba casi en esta estrategia y fue rápidamente marginada, incluso si la extrema derecha defiende a menudo las disminuciones de impuestos para las clases medias. El Estado, sitio de la soberanía y agente de la protección de los «verdaderos» ciudadanos, era entonces el núcleo de la visión de la extrema derecha contra los ataques neoliberales.
El renacimiento de la crítica libertaria del neoliberalismo
Pero la crisis del neoliberalismo se aceleró, especialmente con la crisis sanitaria. La relación entre la acumulación capitalista y el sostén directo del Estado fue evidente y tomó proporciones considerables. Paralelamente, la emergencia de la inflación y la crisis del nivel de vida que se originó en todas partes de Occidente, volvieron a dar peso a las críticas libertarias de los bancos centrales y de los monopolios. Serían las manipulaciones del Estado las que, de ahora en más, impedirían la instalación de un capitalismo «justo».
Esta visión fue alimentada también por los efectos de las medidas de restricción y de obligaciones durante la crisis sanitaria, que contribuyeron a presentar el Estado como una potencia coercitiva que viene a contraer la libertad en general y la libertad económica en particular. Una visión muy presente en los jóvenes, primeras víctimas del confinamiento.
Este renacimiento del libertarismo como componente de la extrema derecha se hizo de manera progresiva y tomó forma concreta en ciertas comunidades, especialmente la de las criptomonedas. Es lo que mostró la autora Nastasia Hadjadji en su obra No crypto (Divergencias, 2022): la convergencia entre «techno-geek» y pensamiento libertario en el origen de las criptomonedas alimenta los círculos de extrema derecha en los EE.UU. y en Europa, pero también en ciertos países emergentes como El Salvador.
Frente a un mainstream neoliberal que reivindica cada más vez la acción del Estado sobre la economía, pero también los términos de soberanía y de proteccionismo, el consenso neoliberal que había conducido al triunfo de esas políticas entre los años 1980 y los años 2000 se fragmenta.
Este consenso estaba formado por los medios neokeynesianos que aceptaban ahora la primacía de los mercados, los neoclásicos centrados sobre la eficacia y la racionalidad de los mercados, y una parte de los libertarios (los «neoliberales» históricos con Friedrich Hayek y Ludwig von Mises) que no podían aceptar las políticas de mercantilización y de mundialización.
Pero con la crisis de 2008, y luego la de 2009, este último componente tiende a autonomizarse alrededor de la crisis de la flexibilización cuantitativa de los bancos centrales y de las políticas de subvenciones.
Esta autonomización se vuelve aun una crítica del «centro» neoliberal que habría arruinado los efectos positivos del mercado por su estatismo y su recurso a la creación monetaria. Toma ahí un carácter profundamente «anti-sistema».
¿Un bálsamo para la extrema derecha?
Es este fenómeno el que llevó a Javier Milei al poder en Argentina. Una vez más, la situación de este país hace del suyo un caso extremo, donde un discurso así es mucho más «audible». Pero una dinámica del mismo tipo no es imposible en otra parte, cuando la inflación hizo desastres y posibilitó que la colusión entre el Estado y el capital se vuelve evidente.
Es tanto menos improbable en cuanto que el libertarismo dispone de todos los resortes que la extrema derecha necesita. Es un pensamiento radicalmente in-igualitario y pronto para justificar todas las dominaciones interpersonales, geopolíticas y económicas, en nombre del «mérito» individual. El racismo, la xenofobia, el sexismo, el odio de los «perdedores» y de los «pobres», discursos habituales y constantes de la extrema derecha encuentran justificaciones teóricas.
Pero la derecha radical encuentra igualmente en el libertarismo los medios del marketing político y del desarrollo de su base electoral. La crítica «social» del neoliberalismo lo ubicaba en competencia con lo que queda de la izquierda, pero le bloquea el acceso a una parte de las clases medias y superiores que desprecian el estatismo de la extrema derecha.
Ahora bien: lo interesante del pensamiento libertario es que permite abrir una perspectiva para las clases medias defendiendo una pretendida meritocracia, al mismo tiempo que ofrece a los más pobres perspectivas de salida de la inflación. Todo esto puede, incluso, ser barnizado con una doble unidad.
La primera es el rechazo de una «casta» que dirige el Estado en su provecho, no solamente a expensas del «pueblo», como en la crítica «social» del neoliberalismo, pero también a expensas de las «individualidades meritorias», lo que permite aliar una parte de la burguesía que se sentía perseguida por el «populismo» clásico de extrema derecha y justificar la disminución de impuestos, incluso para los más ricos.
La segunda unidad es el rechazo del «wokismo» y de la ecología como «dictaduras estatales», lo cual puede seducir a todos los que quieren el «cambio» sin cambiar ni el modo de vida, ni el modo de dominación; dicho de otra manera: un electorado profundamente conservador.
Una extrema derecha competitiva y peligrosa
Es la gran lección de la victoria de Javier Milei: su capacidad de reunir masivamente a los electores de la derecha tradicional y de seducir a una gran parte de la juventud sin distinción de clases. Eso hace reflexionar a más de un movimiento de extrema derecha.
Desde entonces, parece difícil para las extremas derechas ignorar las lecciones de la victoria de Javier Milei. No solamente el libertarismo es capaz de renovar la capacidad de crítica aparente del sistema económico, sino que, puesto que es una crítica interna a ese sistema (una crítica del grado de mercantilización y no de la naturaleza del sistema), es capaz de reunir a círculos muy diversos.
Ya antes del ascenso de Javier Milei, varios movimientos de extrema derecha habían intentado hacer una síntesis entre una forma de radicalismo de mercado y un nacionalismo étnico. Fue el caso, en Francia, de Eric Zemmour durante la campaña electoral de 2022 con poco éxito, pero también, por ejemplo, del Partido Japonés por la Innovación (Inhin), creado en 2015 y que ha obtenido 14% en las últimas elecciones generales niponas de 2021, lo que lo propulsó a la tercera posición.
Hubo también un poco de esta evolución, en un nivel más moderado, en el triunfo de Fratelli d’Italia el año pasado en Italia, especialmente en su distinción marcada con las posiciones de la Lega en cuanto al atlantismo, a la política presupuestaria o a la redistribución social.
El retorno del pensamiento libertario en la extrema derecha dependerá, seguramente, de varios factores, especialmente de la historia de los partidos, y será siempre «modificada» para ser integrada a la cultura nacional. Podría hacerse solo de manera parcial y «oportunista».
Pero su capacidad de seducir a la derecha de la derecha no debe ser dejada de lado. Y la victoria de Javier Milei puede anunciar la emergencia más general de una nueva forma de extrema derecha tan competitiva en el plano electoral como peligrosa en el plano ideológico.
*Publicado originalmente el 20/11/23 en Mediapart (Francia).