Recién estrenada, la obra de Mayra Sánchez, Miguel Bosco y Mati Federico, inscripta en el rubro de “experimentaciones teatrales”, expone un modo de representación tan innovador que todavía no tiene nombre.
Por Andrés Maguna
Una mujer y un hombre. Se percibe que son amigos, tal vez primos, tal vez hermanos. No hay tensión sexual entre ellos, nada de esa afinidad íntima y recíproca sostenida por la mutua atracción y los deseos espejados, correspondidos en el universo hecho de las miradas expectantes de ojos a ojos. Nada de eso. La naturaleza del vínculo entre ellos permanece difusa, sin embargo podemos afirmar que son amigos, y que son dos. O Dois, como se titula la pieza teatral de Mayra Sánchez y Miguel Bosco, con dirección de Mati Federico, que se estrenó el lunes 11 de diciembre de este 2023 que termina efervescente y caldeado como un volcán a punto de hacer erupción. O ya erupcionando.
Era aquel lunes el primer día laborable en la Argentina de Milei, ese loco peligroso que elegimos como presidente quién sabe por qué retorcidos motivos inconscientes, movidos por quién sabe qué resortes psicóticos que tenemos incorporados, los argentinos, como sociedad.
Era un lunes raro, entonces, pero en el patio de La Orilla Infinita, donde unas cuarenta personas esperaban para ingresar a la sala (en su mayoría, trabajadores teatrales), nadie hablaba de la política de hiperinflación y terror ya implementada por el loco peligroso. Aunque se percibía la presencia flotante de la energía colectiva generada por la experiencia y la conciencia de sentirnos experimentando un momento histórico de peligro inminente, de riesgoso abismo abierto frente a nosotros…
Pero todo esto son mis impresiones subjetivas, así que seguiré en primera persona, haciéndome cargo de la certeza de que Milei es un loco peligroso, con perdón de los locos (incluido yo mismo).
Y fue así que la acción de entrar a la sala y sentarme en una silla de plástico, frente al espacio escénico iluminado, me tranquilizó balsámicamente: ajenos a cualquier circunstancia histórica, ya incorporados a la amasadora ficcional y dramatúrgica expresiva, están ellos dos, los dos únicos protagonistas de Dois (anagrama de Dios a la vez que el número dos en portugués), con tres sillas, una al lado de la otra, como únicos objetos escénicos.
Ella (Mayra Sánchez), que se llama Tata, está sentada y hace correr entre sus dedos las cuentas de un Rosario. Él (Miguel Bosco), que se llama Cachorro (Cashorro, en portugués), está parado detrás, de espaldas al público y a Tata, gesticulando y murmurando palabras inentendibles. Luego, a los dos minutos de esta situación, Cachorro se sienta a la izquierda de Tata y comienza un diálogo en portugués brasuca, muy parecido al portuñol avanzado, que se mantendrá, salvo puntuales y significativos silencios, a lo largo de los cuarenta y pocos minutos que dura la obra.
En ese inicio Cachorro le pregunta a Tata qué está haciendo, y ella le responde que está hablando con Dios, y le pregunta a Cachorro si quiere hablar con Dios, y él le dice que sí, y Tata, usando el Rosario como un teléfono móvil manos libres, lo comunica con Dios. Y Cachorro habla con Dios, pero sólo para saludarlo, porque no tiene preguntas para hacerle. Así que el diálogo es breve y banal, amistoso y descontraído. Luego los dos amigos siguen hablando de bueyes perdidos, discutiendo sobre cuestiones sin sentido, intercambiando juegos de manos, intercalando sentadas en una playa imaginaria. Y nada más. Eso es todo. No hay un argumento, ni mensajes para transmitir, ni planteos que necesiten un seguimiento.
El hecho de que la obra esté hablada en su totalidad en portugués brasuca representa la única “dificultad”, la única tarea (la traducción simultánea) que se le impone al espectador, puesto que la otra, la que va de base (entender, decodificar los que se está diciendo teatralmente), bien pronto se desarma, se “desnuda”, por así decirlo: queda claro que no hay nada que entender, o que “el todo” es inapresable en su sentido, porque sentido es lo que nunca hubo ni habrá, y eso parecen saberlo Tata y Cachorro, que viven sus vidas, y su relación de amigos, con la naturalidad de las personas simples, inocentes, crédulas y emocionales.
Una vez que hube descubierto esto (a los diez minutos de transcurrida la representación) me relajé del todo y me despreocupé del seguimiento de lo que decían los personajes, es decir que dejó de importarme si entendía o no algunas palabras, o si el portugués brasuca era más limitado que condicionante. Así me dejé llevar y fluir sobre las evoluciones fortuitas, ligeras, de los dos actores encarnando a esas dos criaturas de Dios que viven en un espacio latinoamericano atemporal, casi insustancial, por la gracia de los azares existenciales, sin otro propósito que el de servir de ejemplo de lo que es así porque así es.
Sí, me resulta difícil explicarlo de otra manera, pero llego aquí luego de cuatro días de intentar escribir esta crítica mientras la realidad se lanzaba sobre todos nosotros con fauces babeantes de rabia y delirio. Así la expurgo, relatando lo que ahora veo, en la rememoración, fue una muestra teatral avanzada, futurista, adelantada: no sé cómo lo hicieron, pero Dois nos da un pantallazo alucinatorio de cómo seremos, o de cómo dejaremos de ser lo que hoy somos en tanto sujetos de los acontecimientos incomprensibles que marcan nuestra cotidianidad y nuestras relaciones interpersonales y con el entorno.
Digo que esta pieza teatral, pensada para evolucionar en una construcción permanente, da muestras acabadas de genio e ingenio maestro, en especial por el modo animal (en el sentido de “animalidad teatral”) de encarar las actuaciones, pero sobre todo por el modelado de un concepto léxico-dramatúrgico innovador. Tan innovador que me cuesta encontrar las palabras para describirlo, como ya dije.
Sánchez, Bosco y el director Federico se mandaron por un territorio tan nuevo que todavía no tiene nombre. Ellos dicen que se trata de algo así como “experimentación teatral”. Para mí fue una sorpresa que me aligeró la carga ominosa del presente y me hizo pensar que siempre, insospechadamente, con mínimos auditorios, algunos creadores le dan pra frente y se dejan llevar, llevándonos con ellos, a las fértiles praderas del dolce far niente. Un lugar donde, nos dicen, podremos disfrutar de la compañía de un amigo sentados en una playa cualquiera y mirando hacia un horizonte sobre el que las preocupaciones se disipan.
FICHA
Título: “Dois”. Creación dramatúrgica conjunta: Mati Federico, Mayra Sánchez y Miguel Bosco. En escena: Mayra Sánchez y Miguel Bosco. Dirección: Mati Federico. Acompañamiento dramatúrgico: Marcelo Díaz. Diseño lumínico: Ignacio Almeyda. Diseño de vestuario: Ramiro Sorrequieta. Fotos y gráficas: Eluney Taganone. Traducción al portugués: María Chaumet.