Viaje a la realidad paralela de Omar Serra a través de su obra “Paquito. La faraona del Jailaife”, sobre la vida de Paco Jamandreu, con Sebastián Tiscornia al frente de un elenco de actores-trans-fenómenos.
Por Andrés Maguna
Apenas hicimos dos metros en el interior de su cueva, el Gran Vampiro Psíquico salió a nuestro encuentro para empezar a chuparnos lo que pudiera de nuestras energías: vestido de blanco, con un impoluto sombrero blanco de ala ancha, esgrimiendo la más irresistible de las sonrisas, nos preguntó si podía tomarnos un par de fotos.
Todavía aturdidos por los efectos de haber ingresado en una realidad paralela, traspasado un portal interdimensional, le dijimos que sí, y posamos sonrientes. Luego el majestuoso Vampiro Blanco nos dijo que en breve comenzaría la obra, que pasáramos y, si quisiéramos, bebiéramos algo fresco, indicándonos con un gesto oferente el patio (un patio que debería ser declarado patrimonio cultural del kitsch de la humanidad) de la casa chorizo que constituye la Sala Alfred Jarry, cuna de la Compañía Sabina Beher, creada y comandada por Omar Serra (el Gran Vampiro Blanco).
Pasamos entonces al sector de plantas en macetas, sombrillas transparentes, abigarrada decoración, sillones, sillas y un par de mesitas en las que había dispuestos vasos y vasitos, jarras (con jugos con hielos de colores) y botellas de licores. Unas veinte personas ya estaban allí, aguardando la señal para ingresar a la sala y asistir a la función de Paquito. La faraona del Jailaife, pieza teatral escrita y dirigida por Serra basada en la autobiografía de Paco Jamandreu, La cabeza contra el suelo, con el protagónico de un prodigio (el actor predilecto del Gran Vampiro) de la actuación: Sebastián Tiscornia, secundado por seis freaks (también de prodigiosas particularidades) escénicos: cinco actores-trans-fenomenales (José Antonio Gonzales, Mauro Guzmán, Augusto Zürcher, Nicolás Constantino y Lucas Rivero) y una actriz-trans-fenomenal (Carolina Boetti). Que se entienda bien: con lo de “trans-fenomenal” quiero significar la ocurrencia de un fenómeno (algo extraordinario, sorprendente) “al otro lado, a través de” (definición de trans).
Llegado a este punto, el lector bien podría estar haciéndose unas cuantas preguntas: ¿qué es un vampiro psíquico?, ¿quiénes eran Alfred Jarry y Sabina Beher?, ¿quién es Omar Serra, y por qué el autor de esta nota lo nombra como vampiro?, ¿quién era Paco Jamandreu y por qué se lo llamaba faraona del Jailaife?, ¿qué catzo es el jailaife?, ¿por qué Tiscornia sería el preferido de Serra?, ¿qué sería un “freak escénico” o “actor-actriz-trans-fenómeno?, ¿por qué el autor de esta nota escribe en la primera persona del plural?, ¿cuándo, cómo, por qué, quién, dónde, lo qué?
Vamos con las respuestas posibles, sabiendo que en su mayoría las preguntas planteadas no podrán satisfacerse en convención alguna:
El sábado 21 de octubre, a las 22, a poco de comenzar la jornada de elecciones presidenciales de la Argentina, concurrí con mi hija más vieja, Sol, a la Alfred Jarry, situada en calle Montevideo al 2300 del barrio Centro de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.
Había convencido a Sol para que me acompañara a conocer un teatro independiente del que mucho había oído hablar: “Es una obra de Omar Serra con el protagónico de Sebastián Tiscornia. Dos de los actores de las películas de Enzo Monzón. Omar hacía de Reina Hormona. ¿Te acordás?” (hace un par de años Revista Belbo entrevistó a Monzón y Serra antes del estreno del primer largometraje del primero, Reina Hormona). Mi hija dijo que sí, que se acordaba, y palpitó, como yo, un programa inusual.
Alfred Jarry (1873-1907), dramaturgo, escritor y poeta francés, fue el fundador de la patafísica, “la ciencia de las soluciones imaginarias”, de quien Serra parece ser cultor, y de Sabina Beher lo que pude averiguar es que así se llamaba la esposa de Schreber, del famoso «Caso Schreber» de Sigmund Freud. En cuanto a Jamandreu, la referencia ineludible indica que fue el “modisto exclusivo” de Eva Perón, y “jailaife” resultaría ser un término del lunfardo que tiene varias acepciones, entre ellas “atildado, acicalado, fino, joven presumido”.
En cuanto a la función, a nosotros (a Sol y mí) nos pareció larga en demasía (108 minutos), tanto que la presencia de Tiscornia en su protagónico, que consigue volver enternecedora y querible la figura de Jamandreu, por momentos pierde fuerza, y algunas escenas resultan redundantes, o se piensan innecesarias. Además la noche de ese sábado fue calurosa y con una humedad excesiva aun para una ciudad excesivamente húmeda, y la sala estaba llena de bote a bote, costando respirar en el aire densamente cargado de agua y de transpiraciones.
Durante el transcurso de las casi dos horas que fueron del comienzo al fin, Serra permaneció parado a un costado, sin quitarse el sombrero, en una quietud zen (sin mover un músculo y sin tensión), como si estuviera a otra velocidad existencial, levitando en la ingravidez de su mente, absorbiendo la energía de los espectadores y cuidando la dosificación de la misma, hacia los asistentes, por parte del elenco. Mirándolo en esa actitud fue que se me impuso la sinonimia de vampiro y psíquico, en el sentido que se le da en la serie Lo que hacemos en las sombras al personaje de Colin Robinson, definido como vampiro psíquico o vampiro de energía.
Pasados los 80 minutos, las escenas “de más” (podríamos resumirlas así) comenzaron a fomentar un tedio que parecía generalizarse. Tal vez por ello la cabeza se me empezó a ir en divagaciones en torno al vampirismo psíquico implícito en el multiverso de las representaciones escénicas: los espectadores pueden nutrirse de la energía de los actores, y los actores de la que emana del público, aunque rara vez sea un intercambio equitativo; que al fin y al cabo yo también me reconocía como usuario de las prácticas vampirescas; que el mundo está lleno de vampiros psíquicos, muchos de los cuales nos hacen un bien quitándonos excesos de energía, porque la energía será buena o mala según circunstancias y consideraciones personales… En fin, que Omar parecía ir brillando cada vez más, a cada minuto, en una refulgencia fosforescente a centímetros del piso, y eso, junto con los rostros de los espectadores envueltos en un bucle de la irrealidad de la historia surreal de un personaje histórico casi increíble, también era parte de la obra de teatro.
Una de las fotos tomadas por Serra antes de la función del 21 de noviembre del 2023.
En la filmación de la obra completa que fue subida a Youtube hace poco más tres meses, con la única diferencia de que en los papeles de Augusto Zurcher y Carolina Boetti se desempeñan Oskar Yul y Carlos Chiappero Theyler, puede apreciarse la transgeneridad fenoménica de la que hablábamos al comienzo, de la cual la mencionada troupe (incluidos Serra y su actor fetiche, Tiscornia) hace un emblema y estandarte, grupo y comunidad de estrechos lazos, marcando el potencial expansivo de un estilo propio y original, como también puede apreciarse en todos los extraordinarios filmes del citado Monzón.
Cuando pasada la medianoche salimos a la calle con Sol nos apreciamos, recíprocamente, en nuestra desenergización evidente, y nos fuimos charlando de lo que habíamos sentido y sentíamos, coincidiendo en que había sido una experiencia parateatral, más allá de lo que puede pensarse como una loca, inusual o arriesgada puesta en escena. Pero no fue una charla larga. Ambos estábamos sin fuerzas suficientes para pensar y dialogar correctamente. Habíamos sido drenados de energía por el Gran Vampiro Blanco y sus actores. Loadas sean las benéficas oscuridades de la patafísica nocturna de Omar Serra, única en su tipo.
En la novela Rayuela, de Julio Cortázar, Olivera y la Maga hablan mucho de la patafísica, la ciencia de lo absurdo, porque ambos se sienten caer a menudo en el territorio de las “excepciones”, un territorio que Serra y su gente, la gente como él, ese colectivo que da los mejores ejemplos de comunicación y disfrute, habitan y transitan con una naturalidad que para los de afuera parece rareza pero para ellos quizá sea cosa de todos los días. Eso es excepcional. Y que lo compartan sin mirar a quien, habla de una generosidad en verdad rara y excepcional.
FICHA
Título: “Paquito. La faraona del Jailaife”. Dramaturgia y dirección de Omar Serra, sobre el libro autobiográfico de Paco Jamandreu “La cabeza contra el suelo”. Actuaciones: Sebastián Tiscornia, José Antonio Gonzales, Mauro Guzmán, Carolina Boetti, Augusto Zürcher, Nicolás Constantino y Lucas Rivero. Sonido: Julián Conte. Luces: Víctor Ramos. Maquillaje y escenografía: Patricia Olearo. Sala: Alfred Jarry.
Anuncio del muro de Facebook de Omar Serra para la función del ciclo Teatro Renegau!