Modernidad / Colonialidad

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«América invertida» (1943), de Joaquín Torres García

¿Utilizamos la conceptualización tradicional de la filosofía para referirnos a nuestras perspectivas? ¿O elaboramos un nuevo corpus teórico alternativo al tradicional corpus eurocéntrico? Esbozos de respuesta a partir de “La topología del Ser y la geopolítica del saber”, ensayo de Nelson Maldonado Torres

Por Julio Cano

En una cita que ya hemos utilizado, el sociólogo Muniz Sodré nos da una pauta decisiva para ubicarnos en nuestro tema: dice que “los hombres, seres singulares, coexisten en su diversidad”.  Es de la diversidad cultural en nuestra sociedad de lo que queremos hablar. Ubicándonos en el terreno de la filosofía, y haciéndola dialogar con la antropología; sabiendo que la diversidad no es solamente un problema teórico, sino una modalidad de entender el relacionamiento de las personas, teñido de dramáticas circunstancias que la han llevado a subsumirse en la consideración de la unidad del género humano, la distinción cultural como criterio universal paliativo y  la apropiación de su explicitación teórica por parte de teóricos occidentales, como si la Razón fuera un elemento constitutivo de esa región del mundo. Tal vez haya  que comenzar estas reflexiones con una crítica al humanismo, que ha sido el causante de las unificaciones acerca de lo humano que se han sucedido a lo largo de la modernidad.

El humanismo, dicho brevemente, es una concepción que supone al ser humano, y a sus características mas importantes, el centro centrífugo de las consideraciones de todo tipo que se hagan o que se puedan hacer acerca de la realidad (tomada en su máxima expresión). Pero ese  papel central, atribuido al hombre, se ha visto cuestionado de múltiples maneras en los últimos tiempos, al grado de no tenerlo ya como criterio de evaluación y, llegado el caso, ni como criterio de verdad.

Es más: desde la filosofía latinoamericana han surgido voces con muy fundamentados argumentos que cuestionan el papel central tanto del hombre como de la filosofía occidentales. Se viene poniendo en tela de juicio el aparente rol capital de la cultura occidental. La diversidad cultural no aparece ya como una consecuencia de la realidad planetaria aleatoriamente dispuesta (y luego reconfigurada por los distintos imperios), sino como la realidad misma, primigenia.

Entre los autores que nos han inspirado escogemos a Nelson Maldonado Torres, puertorriqueño que trabaja estos temas; en el libro colectivo Epistemologías del Sur (cuyos editores son María Paula Meneses y Boaventura de Sousa Santos) presenta un ensayo titulado “La topología del Ser y la geopolítica del saber” en el cual nos basamos para lo que sigue.

El tema central del Ser surgió en Occidente, en Grecia. Para mayor precisión, en Grecia y su área de influencia, a saber: lo que hoy es el sur de Italia (que los antiguos llamaban la Magna Grecia). Si bien la centralidad ontológica de tal acontecimiento nunca fue puesta en duda, de lo que casi no se ha hablado es de la referencia espacial de tal nacimiento y de tal evento. Pareciera que las discusiones filosóficas occidentales tomaran como marco de fondo la temporalidad de las concepciones, sin tener presente los contextos espaciales en que sucedieron. Ante la pregunta central: ¿Cómo surgió la actividad filosófica? no se observa la compañía de esta otra pregunta: ¿Cuál fue el marco geográfico en que surgió la filosofía? ¿Dónde apareció esta actividad? Con estas interrogantes estamos planteando la topología del Ser. Qué lugar privilegiado fue tomado como centro neurálgico y por qué. Es obvio que esto implica inmediatamente tener en cuenta consideraciones políticas. Dice Maldonado Torres:

“La ausencia de reflexiones sobre la geopolítica y la espacialidad en la producción del conocimiento funciona en tándem con la falta de reflexión crítica en cuanto al compromiso de la filosofía occidental y los filósofos de Europa como sitio epistémico privilegiado (…) Durante mucho tiempo la disciplina filosófica procedió como si la ubicación geopolítica y las ideas sobre el espacio fueran características contingentes  del razonamiento filosófico (…) Los filósofos han tendido a considerar el espacio demasiado simple para ser filosóficamente pertinente (…) Pero sucede que “las preguntas sobre el espacio y las relaciones geopolíticas socavan la idea de un sujeto  epistémico neutro”.

“El punto central es el locus de la enunciación, es decir, la ubicación geopolítica y corpo–política del sujeto que habla”, escribe Ramón Grosfoguel en “La descolonización de la economía política y los estudios poscoloniales”, presente en la antología citada de De Sousa y Meneses. El trabajo de Maldonado hace incidir la realidad política: “Este ensayo tiene que ver con lo que yo llamaría el olvido de la colonialidad”. Maldonado toma el concepto de “Colonialidad” del peruano Aníbal Quijano. Iremos a él mas adelante. Si nos referimos ahora con estos interrogantes a la formación de la modernidad, nos situaremos en lo que nos interesa meridianamente. Citaremos largamente a Maldonado ya que este apartado hace referencia decisiva a lo que intentamos expresar:

“El análisis crítico radical debe tomar formas dialógicas. También debe tomar la forma de autocuestionamiento y diálogo radicales. El proyecto de búsqueda de raíces estaría, en este aspecto, subordinado al proyecto de criticar las raíces que mantienen vivas la topología dominante del Ser y la geopolítica racista del conocimiento. La diversidad radical involucraría el divorcio eficaz y el análisis crítico de las raíces que inhiben el diálogo y la formación de una geopolítica descolonial y no racista del conocimiento. Parte del desafío es pensar seriamente en Fort–de–France , Quito, La Paz, Bagdad, Argel y no solamente en París, Frankfurt , Roma o Nueva York como posibles sitios del conocimiento.

También debemos pensar en aquellos que están atrapados en posiciones de subordinación y tratar de entender tanto los mecanismos que crean la subordinación como aquellos que esconden su realidad de la vista de los demás. Hay mucho que aprender en el mundo de otros a quienes la modernidad ha vuelto invisibles. Este momento debe tratar de examinar más nuestra complicidad con viejos patrones de dominación y de buscar raíces imperiales: más del análisis crítico radical que de lineamientos ortodoxos contra los que son continuamente concebidos como los bárbaros del conocimiento.”

A través de un análisis de la topología del Ser en Heidegger, Maldonado ha sugerido que la difundida neutralidad de las ideas filosóficas es solo aparente y puede esconder una cartografía imperial implícita que lleva a fusionar raza y espacio. Nosotros decimos que todo texto es contextual, entendiendo por contextual, ecológico. Señala que se perfila el racismo en, por ejemplo, el olvido de la condena hacia la colonización. También en posiciones más sutiles y elaboradas que, en el silencio, patentizan eso que De Souza Santos denomina el pensamiento abismal.

Cita en su favor lo que señala Frantz Fanon: “éste abre un camino de reflexión que trata las diferencias coloniales como punto de partida para el pensamiento crítico. Una versión crítica de la topología europea del Ser y su geopolítica del conocimiento debe llevar a hacer visible lo que se ha mantenido invisible o marginal (…) Es bajo este propósito que han sido formulados conceptos como los de modernidad/colonialidad, la colonialidad del poder, la colonialidad del saber y la colonialidad del Ser. Estos son algunos de los conceptos que tendrán que llegar a formar parte de una gramática descolonial de análisis crítico que reconociera su propia vulnerabilidad abriéndose a versiones críticas diversas”.

Entonces tenemos para enfatizar en estos conceptos que han quedado subsumidos a lo largo de la historia de la filosofía occidental y que ahora, desde nuestras tierras latinoamericanas, ponemos sobre el tapete. Refieren a la espacialidad y entendemos que merecen la misma atención que los tradicionales conceptos que se apoyan en la temporalidad: la topología del Ser; la geopolítica del conocimiento; la concepción colonial, mayormente implícita en ambos; la modernidad y su vinculación orgánica con la colonialidad; el poder y la colonialidad; la colonialidad del saber; la colonialidad del Ser; el pensamiento monotópico (Neologismo acuñado por Grosfoguel).

De ellos nos ocuparemos en modo complejo. Sin análisis específicos y numerables. Pero nos encontramos con un problema previo de enorme importancia al cual hay que abordar para no bloquear la investigación, cualquiera sea la línea que se siga en los criterios descoloniales.

Ese problema se puede expresar con una disyuntiva: ¿Utilizamos la conceptualización tradicional de la filosofía para referirnos a nuestras perspectivas? ¿O elaboramos un nuevo corpus teórico alternativo al tradicional corpus eurocéntrico?

Nos vamos a decantar por la primera interrogante con el agregado decisivo de que lo haremos desde nuestro locus. (“Todo lo dicho es dicho por alguien” dicen Maturana y Varela en El árbol del conocimiento). Se trata de una manera de manejar los conceptos que los transformen significativamente, atendiendo a la polivalencia que todos ellos poseen (ya decía Aristóteles que el Ser puede ser dicho/comprendido de varias maneras).

Vamos a volver a significar los conceptos (re-significarlos tal como lo plantea el psicoanálisis). Este medular asunto nos ocupará de manera extensa. Aquí solamente lo estamos esbozando. En el ámbito de la psicología, la resignificación es vista como esa capacidad de otorgar un sentido diferente al pasado, a partir de una nueva comprensión en el presente; es decir: dar un nuevo sentido al presente tras una interpretación distinta del pasado. En el ámbito de la filosofía, es ubicar geopolíticamente un concepto en nuestro presente. “Nuestro” tanto colectiva como individualmente. Eso, pensamos, podrá permitir reescribir nuestras conceptualizaciones.

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