Sócrates en una pregunta de Foucault: ¿Cuál es el plus que emerge de la acción filosófica?
Por Julio Cano
Deseamos continuar profundizando en la modalidad del filosofar que hemos asumido desde tiempo atrás, es decir, en la ontología del presente. Entre las innumerables vías que podemos transitar para hacerlo vamos a intentar vincular algo que plantea Michel Foucault con la Complejidad.
Lo que escribe Foucault sobre el terreno donde se elabora el filosofar podríamos sintetizarlo así: quien se pone a filosofar lo hace desde una determinada situación social que posee su dinamismo propio (la politeia, lo que acontece en la polis), buscando caminos para la verdad (condiciones del decir veraz según él se lo propone) y tratando de lograr una determinada posición moral, un ethos.
Leamos este pasaje de El coraje de la verdad para luego proseguir en nuestros intentos:
Condiciones y formas del decir veraz, por una parte; estructuras y reglas de la politeia (es decir, de la organización de las relaciones de poder), por otra, y, para terminar, modalidades de la formación del ethos , en el cual el individuo se constituye como sujeto moral de su conducta: estos tres polos son irreductibles y, a la vez, están irreductiblemente ligados unos a otros. Aletheia, politeia, ethos. Creo que la irreductibilidad esencial de los tres polos y su relación necesaria y recíproca, la estructura de atracción de uno hacia otro y viceversa, sostuvo la existencia misma de todo el discurso filosófico desde Grecia hasta nuestros días.
Pues lo que hace que el discurso filosófico no sea un mero discurso científico, que se limite a definir y poner en juego las condiciones del decir veraz, lo que hace que el discurso filosófico, desde Grecia hasta nuestros días, no sea un mero discurso político o institucional, que se limite a definir el mejor sistema posible de instituciones y lo que hace, por fin, que el discurso filosófico no sea sólo un puro discurso moral que prescriba principios y normas de conducta, es precisamente el hecho de que, con respecto a cada una de estas tres cuestiones, plantea al mismo tiempo las otras dos. ¿Y cuál es el plus que emerge en esa ecuación?
(…) Lo que hace que un discurso político no sea más que un discurso político es que se conforma con plantear la cuestión de la política, de las formas y las estructuras del gobierno.
Lo que hace que un discurso moral no sea más que un discurso moral es que se limita a prescribir los principios y las normas de conducta.
El discurso filosófico: lo que hace que un discurso filosófico sea otra cosa que cada uno de esos tres discursos es que jamás plantea la cuestión de la verdad sin interrogarse al mismo tiempo sobre las condiciones de ese decir veraz, sea por el lado de la diferenciación ética que da al individuo acceso a dicha verdad, sea además por el lado de las estructuras políticas dentro de las cuales ese decir veraz tendrá el derecho, la libertad y el deber de pronunciarse.
Lo que hace que un discurso filosófico sea un discurso filosófico, no simplemente un discurso político, es que cuando plantea la cuestión de la politeia (de la institución política, de la distribución y la organización de las relaciones de poder), plantea al mismo tiempo la cuestión de la verdad y el discurso veraz del cual podrán definirse esas relaciones de poder y su organización, y también la cuestión del ethos, vale decir, de la diferenciación ética a la que esas estructuras políticas pueden y deben hacer lugar. Y por último, si el discurso filosófico no es simplemente un discurso moral, se debe a que no se limita a pretender formar un ethos, ser la pedagogía de una moral o el vehículo de un código. Nunca plantea la cuestión del ethos sin interrogarse al mismo tiempo sobre la verdad y la forma de acceso a la verdad que podrá formar dicho ethos, y sobre las estructuras políticas dentro de las cuales este podrá afirmar su singularidad y su diferencia.
La existencia del discurso filosófico, desde Grecia hasta la actualidad , radica precisamente en la posibilidad o, mejor, la necesidad de este juego: no plantear jamás la cuestión de la aletheia sin reavivar a la vez, con referencia a esta misma verdad, la cuestión de la politeia y el ethos.”
(Texto de M. Foucault del Curso en el College de France 1983 – 1984, El coraje de la verdad, clase del 8 de febrero de 1984, segunda hora).
Ejemplo paradigmático del discurso filosófico con estas características es el de Sócrates ante sus jueces. Se le acusa de denigrar a los dioses de la ciudad y de corromper a la juventud ateniense. Empero, para su alegato, Sócrates no se dedica a estos tópicos sino que pasa a analizar su comportamiento en la época de la guerra de Atenas: ¿Actuó como un buen ciudadano? Concluye que sí y eso lo encuadra en el ethos político: el ciudadano ateniense se debe a la defensa de su polis. Y asimismo defiende la búsqueda de la verdad en sus diálogos ciudadanos.
Con lo cual asume que se enmarca en lo que, a partir de su práctica, será el comportamiento filosófico tal como la historia de la filosofía lo elaboró progresivamente. En rigor, Sócrates es quien inaugura la tríada señalada por Foucault. El discurso filosófico, según la tradición que se inicia con él, es complejo por sus interrelaciones y por la ausencia de compartimentos estancos, ya que se mueve en una tensión nunca resuelta entre los términos políticos, la búsqueda de la verdad y la conformación del ethos del ciudadano. Es lo mismo que decir que el discurso filosófico es contextual. Sin las condiciones que lo conforman, tanto en términos políticos como de veridicción, no podría existir o, de otra forma, sería un discurso metafísico ajeno a las vicisitudes políticas y, por ende, inválido para los humanos.
El coraje de la verdad, mientras tanto, supone la politización extrema del discurso, vale decir: desentrañar en sus propios términos la enunciación más allá de sus implicancias lógicas. Mas allá de sus implicaciones morales también. Un discurso en clave prudente lo que significa es que no se manifiesta por lo verdadero, sino por lo adecuado al sujeto y al momento del mismo.
En estos análisis de Foucault nos llama la atención, sin embargo, la ausencia de referencias al pensamiento complejo (que en 1982–1983, cuando dictó el citado curso, ya se conocía sobradamente). Porque estas interrelaciones entre búsqueda de la verdad, actividad política y emergencia de la ética de la subjetividad lo que más revelan es, precisamente, la complejidad.
Para relacionar todo esto con la complejidad veamos algo sobre la noción de emergencia. Este sustantivo no tiene relación con la familia de vocablos referidos a la urgencia, la precipitación o las circunstancias inesperadas, sino que lo hacemos aparecer desde una pregunta de Foucault:
¿Cuál es el plus que emerge de la acción filosófica?
En otras palabras: ¿Qué es lo novedoso que agrega la actividad filosófica cuando se enuncia, teniendo en cuenta la política, la búsqueda de la verdad y el ethos?
Lo novedoso, acentuemos, no existe de antemano de ninguna manera ni es la suma de sus antecedentes.
Dice Wikipedia: “La emergencia hace referencia a aquellas propiedades o procesos de un sistema no reducibles a las propiedades o procesos de sus partes constituyentes”. Forzando los términos, consideraremos esa tríada de fenómenos de que habla Foucault como un sistema donde el discurso filosófico genuino aparece como un fenómeno emergente. Ya dijimos que no se reduce a los datos antecedentes ni se decanta demasiado por alguno en particular, es un fenómeno novedoso que no se separa ni se reduce a ellos, de manera que la novedad de la filosofía, lo de creativo que tiene, es propia de sí misma.
El plus de lo filosófico como actividad del que habla Foucault es la novedad de su discurso. El decir filosófico genuino siempre aporta lo novedoso en un sentido genuino: es una creación.
En el caso socrático se trata de la elaboración propia de cualquiera que reflexione, ya que el resultado emerge del propio sujeto que lo está haciendo y no de un maestro o de cualquiera que se encuentre en relación con él. Es la célebre sentencia de que el conocimiento es autoconocimiento y que ha tenido una extensa y rica historia. En realidad, es uno de los puntos neurálgicos de la educación más revulsiva, que llega hasta nuestros días, por ejemplo, en Paulo Freire. En otro momento podríamos estudiarla, incluso como forma específica de educación no fascista (lo dejamos en espera).
Hemos argumentado brevemente sobre algunos de los aspectos relevantes del fenómeno del filosofar, lo hemos hecho desde nuestra perspectiva, que es una entre varias (porque ya sabemos que no existe una sola y única forma de hacer filosofía). Intentaremos seguir profundizando en todas y cada una de estas preguntas que nos hemos formulado y que derivan en otras (bienvenidas) preguntas.