Atentos a la tarde de hoy

Sol al atardecer, J. M. W. Turner

Nueva entrega de Lectores en filosofía: el tiempo presente y un presente del tiempo 

POR JULIO CANO
DESDE MONTEVIDEO

«No somos dueños del sentido que atribuimos a las cosas. No somos dueños de las catástrofes naturales que nos tocan en suerte. No somos dueños de la historia de nuestros padres que explica sus emociones. Tampoco somos dueños de las reacciones de las personas que nos rodean ni de los relatos que hace nuestra cultura de lo que nos ha sucedido. No somos dueños de las interacciones precoces que modelaron nuestro temperamento y nos hicieron sensibles a determinados hechos e indiferentes a otros.

Y sin embargo la convergencia de todos estos factores determinantes y caóticos proyectará en nosotros la película que elaboramos de nosotros mismos y que llamamos «la historia de mi vida”».

«La verdad narrativa no es exactamente la verdad histórica. El historiador parte en busca de archivos que se sostengan recíprocamente gracias a una teoría que les da coherencia. Mientras que el relato que cada uno elabora de su existencia sólo está compuesto por acontecimientos relacionales en los que uno vuelve a ver la película de sus encuentros amistosos, de sus ritos familiares o de los conflictos con el prójimo. Los cimientos de nuestras autobiografías están compuestos por lo que hemos extraído de nuestro contexto: nuestro mundo íntimo está poblado por los otros»

Boris Cyrulnik, Autobiografía de un espantapájaros.

Para completar esta serie de reflexiones diversas que los han ocupado, nuestros filósofos deciden dedicarse a la importancia del tiempo presente en sus existencias y en las de los demás. De ahí que uno de ellos haya traído a la conversación los dos textos de Cyrulnik que lucen arriba.

—Nuestra historia personal –señala Martín– es una narración que incluye de continuo sucesos que no son de elaboración propia y que sobrevienen sin orden ni sentido, caóticamente. Nosotros somos quienes les otorgamos sentido, pero es una interpretación que pergeñamos para dar orden a lo que, visto desde afuera, no lo tiene. Necesitamos darle un sentido, un orden, pero el texto nos advierte: “la verdad narrativa no es la verdad histórica”.

Una de las participantes, Andrea, sigue diciendo:

—Vivimos en una cultura que actúa como si tuviéramos que hacer todo lo que imaginamos como posible de imaginar. No nos damos cuenta que al actuar así simplemente no dejamos que las cosas sean. Estas palabras de Maturana –añade Andrea– se vinculan al taoísmo, aunque no haya sido su intención hacerlo.

—Nuestra cultura otorga a la imaginación el mismo poder que otorga al Mercado –señala Javier–, se privilegia una acción a la que se impone la realización de lo imaginado, sean cuales sean los caminos que elija para lograrlo. Mientras hablamos se dan sucesos vinculados a la pandemia que corroboran lo que decimos. Por ejemplo, en medio de una cuarentena estricta en Argentina descubren la realización de un campeonato de paddle clandestino, que es sancionado y donde aparecen figuras notorias del mundo político. Debemos suponer que en la mentalidad de los autores de ese evento se daba por sentado que ya estaban superados los momentos agudos de la epidemia y que se podía hacer deporte en una retomada normalidad. En el imaginario de esa gente la biología de los virus es dependiente de los criterios humanos.

—Permítanme que introduzca algunas consideraciones de filosofía taoísta –dice Tato, un filósofo joven y caminador, que ha estado por algunos países del extremo Oriente–: en la filosofía taoísta existe un concepto que viene al caso de esto que estamos considerando y es el de wu wei, que no significa, como se le traduce frecuentemente, “no hacer”, sino “no hacer nada que vaya en contra de la naturaleza”. En el Tao Te King se puede leer: “El Tao nada hace y, sin embargo, nada queda sin hacer”. Esto no es una aceptación de la inacción sino de la acción que se ajuste a los procesos del entorno, a los cuales hay que estar atento permanentemente. La atención taoísta es ecologista, pues. Es más: para ella la acción humana sucede en una interrelación profunda entre biología y cultura o, si se quiere, entre biología y política.

—Es una buena interpretación que se añade a lo que nos dice Cyrulnik –reflexiona Matías–, puesto que los sucesos a los que nosotros les otorgamos sentido vienen dados por la dinámica de la naturaleza, que no es caótica en un sentido negativo sino que es un conjunto de procesos fisicoquímicos y biológicos situados más allá de nuestras alternativas humanas.

Y dicho así, esta concepción se opone a los criterios neoliberales por la poca o nula importancia que concede a nuestra expectación. Sin embargo, no se trata de anular las expectativas o no hacer planes para el futuro, sino de asumir que ellos son subsidiarios del entretejido dinámico que forma la realidad, una realidad que, habitualmente, no depende de nosotros.

Estar atentos a los acontecimientos es, especialmente, otorgar fuerte importancia al estar aquí y ahora, al presente. Y otra vez nos enfrentamos, diciendo esto, a los actuales postulados que subordinan el presente a las expectativas, al “todavía no” de una oferta dinámica y que pretende constituirnos como consumidores.

Es un asunto decisivo el que la trama de nuestra vida sucede en el presente. Siempre operamos en la inmediatez de una situación dada, lo que constituye una unidad dinámica con nuestra disposición a la acción acorde con ello. El neurobiólogo chileno Francisco Varela crea un término para esta unidad, dice que poseemos una microidentidad que se va revelando continuamente y en una secuencia de pautas determinadas al mismo tiempo por el conocedor y por su entorno. Esto lleva al importante asunto de si existe o no una unidad del yo (o de la conciencia) más allá de los hechos de conciencia del presente. Queda como problema a estudiar.

—La atención al presente es una actitud que combina la espontaneidad con la meditación, una manera de encarar la existencia que no sólo se encuentra en el centro del taoísmo sino en la mayoría de las experiencias meditativas de las tradiciones de sabiduría –reflexiona Tato.

—Eso resulta tan fecundo –agrega Lucía–, que merecería mucho la pena dedicarnos a reflexionar sobre la meditación.

—Sí –dice Tato–, y sin ironías de mi parte, lo podemos dejar también para el futuro.

Mientras tanto podemos decir que esa experiencia está disponible para cualquiera y nos parece constituir un buen antídoto de las ansiedades que genera nuestra actual sociedad marcada fuertemente por las pautas del neoliberalismo.

¿Una larga vida es algo bueno si diariamente la vivimos con el temor a la muerte o en la búsqueda constante de la satisfacción de un mañana que nunca llega? ¿Es el progreso tecnológico una especie de enfermedad sintomática de la incapacidad de concentrarse en el presente y disfrutarlo?

La intención es habitualmente entendida como un proceso mental que pretende obtener un determinado resultado de una determinada acción y que acaba convirtiéndola en un medio para alcanzar un fin. La acción se lleva a cabo, pues, con la intención puesta en sus consecuencias, esto es: yo actúo para alcanzar un determinado resultado. Y aquí, insistimos, se bifurcan los caminos, sea que tomemos el rumbo de los criterios de la actual sociedad, sea que asumamos la certeza de estar viviendo con intensidad solamente en el presente. Según esta última opción, cuando cada instante se vive de un modo pleno, no es preciso buscar sentido alguno para la existencia proyectada en el futuro.

No se trata de no alcanzar objetivos, eso lo estamos intentando de continuo. La ejercitación con la fuerza del presente corre por el lado de saber cómo manejar el –llamémoslo así– involucramiento de nuestra mente con diversos tipos de búsqueda. Si ella le otorga mucha importancia a los objetivos a largo plazo, esto le impide darse cuenta de que lo que quiere es alcanzarse a sí misma. En el momento que lo obtiene quiere otra cosa. Y lo realmente irónico es que eso es lo único que jamás podrá alcanzar. ¿Por qué? Porque nuestra mente no es un ente sino un proceso y como tal supone momentos sucesivos hilvanados sin solución de continuidad. Saber esto nos puede evitar el tremendo lastre de la ansiedad. Y la disolución de la ansiedad es una de los resultados de la meditación, como veremos en otro momento.

Sugerimos entonces estar atentos al sólo por hoy, en red con nuestro pasado y en proyecciones con un futuro que no nos sujete ansiosamente.

Atentos a la tarde de hoy; no más allá.

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