Entrevista a la filóloga y filósofa surcoreana Hana Myeong-suk, autora de Del ah a la Babel, libro de pronta aparición en el que expone su teoría del origen y la evolución del lenguaje comunicacional.
Por Claudio Metticelli
¿Qué había en nosotros, los seres humanos, antes de la palabra? ¿Cómo nos comunicábamos con nosotros mismos y con los demás? ¿Cuál fue la primera palabra, cuál la primera frase, el primer grupo de palabras asociadas? ¿Cuál fue la primera pregunta, cuál la primera respuesta? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Quién? ¿Entre quiénes? ¿Dónde?
En su primer libro, titulado “Del ah a la Babel” y aún inédito, la filóloga y filósofa surcoreana Hana Myeong-suk ensaya varias respuestas, pone el foco al máximo e ilumina con apenas la especulación sustentable los oscuros y arcaicos tiempos en que empezamos a desarrollar nuestra capacidad, o habilidad, para intentar simbolizar nuestra interioridad, para emprender caminos concretos pero inmateriales sólo con el pensamiento.
La Revista Belbo tuvo acceso a una traducción de los dos primeros capítulos del libro, que aparecieron en un blog inglés, y con suerte, gracias a la tecnología digital, pudimos comunicarnos con Myeong-suk en su casa, en la aldea de Goesán, al sur de Seúl, en las afueras del parque nacional de Songnisán.
Cuando preguntamos por ella en inglés, suponiendo que sería la lengua en que hablaríamos, nos sorprendió (ella contestó la llamada) hablando un español con acento latino: “¡Hola! ¿Cómo va? ¿Llamás de Rosario, Argentina, no? No hace falta que hablemos en inglés, me encanta charlar en español, lo mismo que me pasa con todas las lenguas latinas que estudio, que son el francés, el italiano y el portugués. Tienen una musicalidad de entramado directo muy engraçado”.
Le explico que el adjetivo “engraçado” es del portugués, que en español se dice “gracioso”, y le señalo la curiosidad de que “gracioso” en portugués corresponde para la palabra española “agraciado”, y viceversa. Además, que engrasado en castellano significa “untado de grasa”, mientras que en portugués para decir “engrasado” usan “untado”.
Como la comunicación es por videollamada, veo en su rostro que entiende perfectamente mi explicación, mientras me sorprendo por la juventud de sus facciones, por la tersura de su piel, y suspendo la pregunta sobre a qué llama “entramado directo” para confirmar su edad y si es cierto que domina 16 idiomas.
—Sí, tengo 28 años. Aunque muchos no me creen (ríe cantarinamente). Me recibí a los 23 en la Universidad Nacional de Seúl, con sendos títulos de las carreras de Filología y Filosofía, y a los 25 obtuve el doctorado en Semiología con la tesis titulada “Del ah a la Babel”, que ahora se va a publicar como libro en dos versiones, en coreano y en inglés.
—Sobre eso te quería preguntar, porque leí los dos primeros capítulos en inglés y me llamó mucho la atención que sostengas, y fundamentes, que la primera palabra de los seres humanos fue “ah”. O sea, de alguna manera, que esa fue la palabra madre de todas las palabras… Además, y esta es una coincidencia, acá en la Argentina hoy, domingo 17 de octubre, se celebra del Día de la Madre. Y también, en el universo del peronismo, el Día de la Lealtad.
—No sabía… ¡Qué bueno que los peronistas celebren el Día a la Lealtad de la Madre! Una buena manera de fornecer el concepto de lealtad. Acá en Corea del Sur (y lo mismo pasa en Corea del Norte) el Día de la Madre se festeja junto con el Día del Padre, el 8 de mayo, y le decimos Día de los Padres. Y volviendo a tu pregunta, que no llegó a ser pregunta, te digo que si “ah” fue la palabra madre eso supone que hubo una palabra padre que ayudó a la fecundación y nacimiento de todos los vocablos. Y no fue así. Los fenómenos de la biología no son comparables con el estudio del origen de la lengua, el lenguaje. Y tampoco puede utilizarse en tal sentido la fenomenología de la psicología, aunque sí, hasta cierto punto la filosofía de la psicología en cuanto a su aplicación en el campo de la afectividad, las relaciones afectivas.
En el primer capítulo de mi trabajo digo, afirmo, que ah fue el primer morfema expresado, vocalizado, comprendido indudablemente, y así establecido para posibilitar el comienzo de un modo, un sistema clasificatorio y ordenador. Desde siempre en todos los idiomas, todos los lenguajes, ah se utilizó para dos cosas: para demostrar admiración, sorpresa o pena, y para indicar que uno se ha dado cuenta de algo o lo ha comprendido. En esa línea digo, sostengo, que desde sus orígenes, por necesidad, el ser humano, el individuo de la especie, es un ser gregario, tiende a formar grupos o, al menos, estar acompañado formando un par, una pareja. Así, no resultaría aventurada la conjetura de que hace unos 200.000 años, días más días menos (vuelve a emitir su breve y cantarina risa), uno de los primeros homo sapiens con las cuerdas vocales desarrolladas al mismo punto que nosotros hoy, según demostraciones científicas, haya dicho, tal vez en sueños, en voz alta, y otro lo haya escuchado, un claro “ah” frente a alguna sorpresa o pena, en el plano onírico o no, o como resultado de un protopensamiento de índole intelectual, dando comienzo a lo que hoy se llama espiritualidad. Remarco lo del plano onírico porque es allí donde el inconsciente nace, y también que es importante lo de un segundo actor, el escuchante, puesto que no sólo sería el primer receptor y parte fundacional de la comunicación humana, sino también, en teoría, el autor del segundo morfema de la lengua, que vendría a ser un “¿eh?” en respuesta al “¡ah!” del otro. Pero esto tampoco significa que sea una palabra padre, porque hay una palabra que fue madre antes de que hubiera padre. Aunque suene a locura, y por eso escribí una larga tesis, para que mi teoría sea tomada en serio y no como un dislate.
—Me dejas con la boca abierta (me tomo un par de segundos para ordenar mis ideas mientras desecho el plan de explicarle qué es el Día de la Lealtad, o el de aclararle que “fornecer” es un verbo del portugués). En el título del libro decís que desde esos comienzos llegamos a la Babel, en el sentido de que los humanos tenemos, usamos, miles de lenguas e idiomas distintos. ¿Cuándo y cómo llegamos a esta Babel actual?
—Bueno, vas a tener que comprar el libro cuando salga, que será en breve (vuelve a reír, pero ya no con musicalidad sino con franca socarronería). Por eso adelanté por redes sólo los dos primeros capítulos. Y fue por consejo de la editorial, no fue idea mía. Me dijeron “vamos a tirar el anzuelo grande, el gancho, para ir pescando a la mayor cantidad de curiosos lectores posible”. Y me pareció bien. Fijate que ya cayeron un par, ¡incluido vos! Pero más allá de esta broma, que va en serio, te puedo adelantar que la evolución de la comunicación humana, luego multiplicada en diferentes lenguas, corrió en paralelo con los cambios climáticos, la progresión demográfica y la diversificación cultural. Pero ojo, el tema no está abordado, ni tratado, desde la historicidad ni la paleontología; ni siquiera desde la semiología. Porque no se puede trabajar sobre evidencias que no existen ni van a aparecer, y tampoco se puede recurrir sólo a la filosofía especulativa. Hice una rigurosa investigación de las fuentes disponibles, pero preferí partir de la actualidad tecnológica global, esta Babel de hoy, analizándola para luego ir desandando el camino hacia el pasado. Sí, en el cielo hay trillones de barriletes, pero todos los hilos que los sostienen parten de un mismo punto, los sujeta una única mano. Bueno, yo fui separando los barriletes en grupos cada vez más pequeños, y armando conjuntos con esos grupos, y buscando los orígenes de estos, lo que daba conjuntos más grandes, que de pronto, yendo para atrás en el tiempo, fueron sólo uno, ese punto, esa mano, y cuando lo descubrí dije: “¡ah!”.
—¡Ah, claro! (Río para confirmar que trato de hacer un chiste bobo). Desde ya que voy a comprar el libro, ¡y les voy a decir a mis peces amigos que vengan a morder el mismo anzuelo! Te agradezco tu tiempo, tu sinceridad y tu amable generosidad.
—La agradecida soy yo, y quedo a tu disposición. Saluda a tu leal mamá de parte mía.
(No le digo que mi madre ya murió, y que a mis 89 años sería una proeza que aún viviera. Cierro la notebook y me quedo pensando en si llegaré a ser testigo de la hora en que las nuevas generaciones liberen por fin al espíritu de la prisión de la carne. O sea que vuelvo a chochear, y a la vez se me termina el tiempo para ejercitar la paciencia. Mejor dejemos que hablen todas la Hana Myeong-suk del mundo).